El programa de necesidades propuesto responde a la tipología de una vivienda unifamiliar. Sin embargo, a pesar de la fragmentación habitual que presentan este tipo de programas, se ha intentado conseguir la mayor flexibilidad de uso posible en los espacios interiores. En cualquier caso, parece irrelevante cualquier reflexión desde criterios puramente funcionales en el contexto de una vivienda en la ciudad difusa o dispersa de Galicia. La descripción del proyecto hurga en capas más profundas del pensamiento arquitectónico.
Una vivienda en la ciudad difusa. No es que el contexto esté carente de tradición ni arraigo. Sin embargo, esos valores conviven con lenguajes que desdibujan la tradición, amparándose exclusivamente en formas aparentemente arraigadas. La casa labrega de los años 60, en la
posguerra, que tanto contribuyó en la reconstrucción del país, de la sociedad y de las libertades individuales y la salida de la pobreza, se hizo eco de los nuevos modos de construcción, pero los aplicó al lenguaje, al modo de vida y a los conceptos que la rodeaban. Nuevas formas de construir con el mismo programa y el mismo lenguaje, que desembocaron en un historicismo (más que eclecticismo) esparcido por el territorio sin planeamiento urbanístico y con una estructura de la propiedad tan compleja, en la que esa generación – la de nuestros abuelos-, hizo lo mejor que pudo, con duro trabajo, emigración y una clara voluntad de dignificar las vidas de los suyos. Por tanto, la ciudad difusa es una realidad arquitectónica y urbanística que no nació desde la perversión de unos valores, pero sí se extendió a posteriori, desde la capitalización de los mismos. Y como realidad que es, debemos asumirla.
De esto se puede deducir que en el disperso rurbano gallego no existe una tipología que lo defina. Y si entendemos la casa labrega como una tipología, entonces no es una tipología enraizada en el lugar, aunque sí en su tiempo, definitoria de un proceso que, aunque este hubiese sido espontáneo, no debiera establecer cánones de belleza o integración únicos, cuyos resultados a partir de los años 90 están sobradamente demostrados. La arquitectura, además de procurar el bienestar de sus habitantes y resolver una función, también es cultura. No se pretende con ello justificar el presente diseño como culto, sino trasladarlo al contexto de la arquitectura que intenta nacer al abrigo de su momento histórico y tecnológico, adaptada tanto material como formalmente al tiempo al que pertenece y al lugar al que quiere pertenecer. Intenta, desde la abstracción, introducirse en un contexto urbanístico que la rodea del que, parece que nos estamos defendiendo continuamente y donde la introspección y el parapetarse parecen las únicas estrategias válidas. Se podría haber renunciado al lenguaje de cubiertas a dos aguas Incluso al mantenerlo, se podría haber especulado con éste con aprovechamiento interior. Sin embargo, aquí se pretende que la vivienda sea una extensión del espacio que la rodea y que su “defensa” sea exclusivamente el retranqueo a sur. Su posición aprovecha la orientación solar más favorable en una parcela donde ésta se sitúa en el frente menor. Se crean dos espacios en diagonal, protegidos, en cada situación, del régimen de vientos dominantes. Un lucernario cose toda la banda de circulaciones, en contacto con el terreno, introduciendo la luz pero protegiendo la intimidad del usuario.
Esta vivienda pretende adaptarse formalmente al lugar y tipológicamente al tiempo al que pertenece; intenta minimizar la excavación, nutrirse de lo que da el lugar, protegerse discretamente de lo que no interesa y, con el tiempo, intentar pasar desapercibida. La presencia final de la vivienda busca, desde lo abstracto, asentarse en este paisaje confuso intentando no generar más confusión. En este tipo de contextos, ya desde el planeamiento, se debe reflexionar sobre lo que es una casa tipológicamente sincera.