Este proyecto es un largo proceso de reflexión sobre la situación y la posibilidad de habitar las laderas con orientación norte en nuestro hábitat gallego, carente de asoleo. Se trata de una investigación sobre una situación antagónica que se hace extensiva a la mitad de las laderas de las Rías Gallegas desde el Golfo Ártabro hacia el sur. Partiendo de este planteamiento general, lo que convierte a este proyecto en una especie de reto es la extremada coincidencia de factores geométricamente adversos y restricciones en la posición que permitan mejorar a nivel higrotérmico el confort interior de la vivienda.

El problema de partida es que se dispone de una parcela con un 31% de pendiente orientada a norte en Galicia, con acceso inferior, unas vistas espectaculares en su parte elevada este, abundante vegetación al sur y oeste y dos surgencias de agua. Además, la tipología predominante en la zona no justifica una necesaria adaptación formal a estos modelos, ya que se trata, en su mayoría, de casa labrega de los 50 y 60 y copias a su imagen y semejanza en nuestra época posmoderna. Entonces aparece una escalera interior de doble tramo, que se va desplazando en planta. Sus desembarques se convierten en entreplantas que se van escalonando en vertical y rotando en horizontal sobre el pivote en el que se quieren conseguir vistas. En esa rotación, las piezas se apoyan en un núcleo rígido en previsión de tráfico vertical que cose todos los niveles.

Respecto al carácter tectónico del elemento y su integración en el entorno, la pieza trata de justificar su lenguaje a partir de una coherencia material y de lógica constructiva. Los basamentos y las contenciones del patio se proyectan en muros de piedra. En muchos casos, éstos muros continúan por el interior y el exterior de ésta hasta encontrarse a distintas cotas con los volúmenes escalonados, pero siempre presentan un comportamiento a compresión. Sobre estos muros se van apoyando piezas prismáticas con huecos tallados ejecutadas en hormigón armado, que se procurará igualar en árido con el granito alterado de la zona (véase alzados expresivos). Esta doble combinación pétrea pretende integrar al elemento en su entorno sin renunciar a expresarse como hijo de su tiempo. Nos recuerda el territorio en el que está con el nacimiento de sus muros. El hormigón nos permite obtener pesadez en el apilamiento de volúmenes al sur, bajo el acceso principal (techo del patio) y resolver la flexión de sus vuelos. Nos da la ligereza suficiente como para conseguir huecos generosos cuanto más alto subimos. Y además, con el tiempo, será invadido por los mismos líquenes y trepadoras que colonizan el granito de abajo.